Cecilia Cifuentes

Déficit de liderazgo vs. déficit fiscal

Cecilia Cifuentes Directora Centro de Estudios Financieros del ESE Business School Universidad de los Andes

Por: Cecilia Cifuentes | Publicado: Martes 21 de julio de 2020 a las 04:00 hrs.
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Cecilia Cifuentes

Llevamos años de deterioro institucional y político, exacerbado a límites angustiantes a partir del 18 de octubre y ahora con la crisis sanitaria. Estamos viviendo los efectos de lo que Moisés Naím llamó “el fin del poder”. Un mundo más horizontal y transparente que, en vez de verse favorecido por un perfeccionamiento de la democracia, producto de un mayor poder ciudadano y control sobre los abusos de poder, enfrenta liderazgos incapaces de conducir la sociedad hacia el bien común, pasando a ser meros amplificadores de los gritos de las redes sociales, convertidas en masas violentas y polarizadas.

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Al parecer, los ciudadanos aún no aprendemos a manejarnos en esta nueva plaza pública, y más grave aún, nuestros líderes se han mostrado totalmente incapaces de conducir a estas masas vociferantes.

La nueva forma de hacer políticas públicas en Chile se basa en encuestas de opinión muy mediocres, que intentan sorprendernos mostrando que la población quiere mejores sueldos, más beneficios estatales y más tiempo libre, aunque por supuesto las preguntas nunca se hacen cargo del costo de ese mayor bienestar, dando a entender que proviene de decisiones políticas, y no de mayor esfuerzo y creatividad. Entonces, nuestros “líderes” deciden hacer suya “la voz de la calle”, considerando que es mezquina cualquier medida que no cumpla las expectativas ciudadanas.

Por definición, todo lo que ofrezca un Gobierno que aún tiene conciencia de la restricción presupuestaria, va a parecer poco para ese mundo político que no ofrece nada distinto a repetir los trending topics del momento, y para el cual financiar las demandas ciudadanas es sólo un problema de voluntad. Y no se trata sólo de la compleja crisis que enfrentamos, que amerita dejar de lado la regla fiscal, sino de un proceso que ya lleva bastante tiempo, que empezó a exacerbarse fuertemente luego del estallido del 18/O.

Se entra entonces en una lógica política que termina perjudicando a los propios ciudadanos. Dado que el Gobierno sabe a ciencia cierta que lo que ofrezca será considerado mezquino, naturalmente va mostrando sus cartas de a poco, iniciándose entonces un proceso de tira y afloja que genera desconfianza ciudadana y que demora en exceso la entrega de las ayudas necesarias. La política de los trending topics se vuelve entonces contra el bien común.

¿Cómo salir de este nefasto círculo vicioso que, al dañar la institucionalidad, perjudica la base esencial del desarrollo? Porque finalmente, con la excusa de poner las demandas ciudadanas por sobre la restricción presupuestaria y las reglas del juego, son esas mismas demandas las que pasan a ser inviables desde una perspectiva de mediano plazo. La única vía es un liderazgo que efectivamente conduzca, que sea capaz de decir la verdad a la población, y que deje de estar pendiente de la encuesta del próximo domingo. “Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” ofreció Winston Churchill a los ingleses al inicio de la Segunda Guerra Mundial, y la unidad que generó en la población fue un factor clave para alcanzar el triunfo.

En la situación actual, bastante menos dramática que aquella, ¿se le ha dicho a la población que es totalmente inviable que el Estado pueda sustituir todos los ingresos perdidos, y que de hacerse condenaríamos a la pobreza a la próxima generación? No saldremos adelante si nuestros líderes creen que su rol es llorar frente a las cámaras y exigir que el Estado resuelva todo. Les falta decir que al Estado lo financiamos todos, y que sólo haciendo un frente unido podremos salir de esta situación.

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